¿Por qué el divorcio parece tan difícil?
El divorcio o la separación suelen verse como uno de los momentos más difíciles en la vida de una persona cuando hay hijos de por medio.
Y no solo por el fin de la relación, sino también por los cambios que conlleva en la nueva dinámica familiar (comunicación entre los padres, roles parentales, interacció entre padres e hijos, autoridad y crianza compartida…) y por la reorganización práctica de la vida cotidiana (horarios, rutinas, responsabilidades, dos casas…).
Aunque llevamos muy interiorizada la idea de que el divorcio es traumático y difícil, cuando llega la ruptura a nuestra vida iniciamos el camino cargado de miedo, condicionados por frases heredadas, y verdades absolutas que hemos asumido como ciertas.
Verdades que se repiten en nuestra mente y provocan muchas veces terror solo con pensar en dar el paso. Ideas que refuerzan y legitiman esta creencia social aprendida:
“Separarse es difícil.”
“Se tarda años en superar una separación”
“Divorciarse solo trae problemas”
“Después de un divorcio nunca vuelve a ser igual”
Pero ¿es tan complicado como lo pintan o es una creencia errónea muy arraigada sobre lo que significa separarse?
En este artículo te voy a mostrar de dónde procede esa creencia generalizada y enraizada, que muchas veces nos paraliza e incluso nos hace imposible avanzar.
Y también te enseñaré cómo desmontarla para proteger tu bienestar y el de tus hijos.
Porque comprender es aliviar, como dice la Dra. Mariam Rojas Estapé. Entender de dónde nace esta creencia puede ser el primer paso para liberarnos de su peso.
¿De dónde procede la creencia “el divorcio es difícil”?
1. Del imaginario social negativo que rodea al divorcio
Desde pequeños escuchamos que separarse es un fracaso.
Esa idea no surge sola: la absorbemos poco a poco, a través de frases escuchadas en casa, escenas de películas, titulares de prensa o comentarios cotidianos que presentan el divorcio como un drama inevitable.
“Separarse es lo peor que te puede pasar.”
“Una familia rota arruina la vida de los hijos.”
“El que se divorcia, fracasa.”
Estas narrativas calan y se instalan como verdades incuestionables. Y cuando llega el momento de tomar decisiones importantes, ese imaginario nos condiciona: lo tiñe todo de dificultad, de culpa, de miedo.
Y si además escuchamos a nuestro alrededor historias de rupturas marcadas por la hostilidad, los conflictos o la tristeza, esa percepción se refuerza: parece que separarse solo puede vivirse desde el dolor o la lucha.
Pero ¿y si no fuera así? ¿Y si esa “dificultad” no es un hecho objetivo, sino una idea aprendida?
2. De las experiencias personales y heredadas
A esa narrativa colectiva se suman las experiencias que hemos vivido en casa o en nuestro entorno cercano.
Si vimos a nuestros padres separarse en medio de discusiones, si una amiga lo pasó mal en su divorcio, si alguien cercano aún “no lo ha superado”, es lógico que asociemos la ruptura al sufrimiento.
Pero eso no convierte esa vivencia en una norma universal.
Tendemos a generalizar lo que hemos vivido de cerca, como si fuera lo único posible, y sin darnos cuenta, empezamos a mirar el divorcio con unas gafas que filtran la realidad desde el temor.
Gafas que dicen: “separarse es un error”.
Gafas que susurran: “esto te va a destrozar”.
Y claro, con esas gafas puestas, ¿cómo no va a parecer difícil?
La buena noticia es que esas gafas se pueden cambiar.
Y cuando lo haces, el escenario también se transforma:
● Mejora el diálogo con tu expareja.
● Estás más presente para acompañar a tus hijos.
● Y, sobre todo, empiezas a cuidar tu propio bienestar.
Porque no se trata de negar el dolor, sino de no asumir que tiene que ser tu único camino.
3. De un modelo social que no contempla otras formas de ser familia más allá de la tradicional
Cuando te separas, no solo se cambia tu vida: desafías una idea social muy arraigada.
Nos han enseñado que una familia “intacta”, “feliz” y “exitosa” es la que permanece unida.
La ruptura, aunque sea necesaria e incluso saludable para todos los miembros de la familia, muchas veces es vista como un fallo. Y no solo por ti, sino por tu entorno.
A menudo, lo más complicado no es el proceso en sí, sino enfrentarte a las reacciones de otros:
● Padres que no lo entienden.
● Amistades que desaparecen.
● Comentarios que duelen más de lo que ayudan.
Y esa falta de apoyo refuerza la sensación de que separarse es algo que hay que defender, justificar o vivir con culpa.
Porque desmontas una idea cultural, no solo una relación.
Y desde esta visión también se refuerza la creencia de que el divorcio es difícil.
Pero la verdad es que una familia no deja de ser familia porque cambie su modelo de interacción y el desarrollo de sus funciones y roles.
Dejar de vivir bajo el mismo techo no significa dejar de cuidar, ni de proteger, ni de guiar a vuestros hijos a menos que lo decidáis así.
4. La doble crisis que conlleva el divorcio: personal y familiar, que nadie te ha explicado, que has de vivir
Cuando te separas, empiezas a vivir dos procesos a la vez: por dentro y por fuera.
Por un lado, una transformación personal e individual.
Por otro lado, la reorganización de tu familia en su modelo tradicional.
Y muchas veces, lo que más nos pesa no es lo que ocurre fuera, sino todo lo que tienes que reconstruir dentro de ti, mientras todo cambia a tu alrededor.
Todo eso, sin manual de instrucciones, quizás sin una red de apoyo clara y con una idea muy presente: que separarse es sinónimo de fracaso y de problemas.
Pero no es verdad.
Lo que realmente hace compleja la ruptura no es la separación en sí misma.
Es tener que transitarla solos, sin información de cómo afrontar la situación de la mejor manera posible y sin herramientas emocionales, de comunicación y resolución de problemas que te ayuden a lograr lo que de verdad pretendes:
Tener la oportunidad de encontrar tu felicidad y evitar hacer daño a tus hijos.
¿Por qué el divorcio parece tan difícil?
Después de más de una década acompañando a familias en procesos de separación, he visto algo repetirse una y otra vez: lo que hace que el divorcio sea más complejo y duela más no es solo la ruptura, sino cómo llegamos a ese momento.
La mayoría llega sin un mapa, intentando afrontar la ruptura del mismo modo en que vivió una relación mantenida durante años.
Sin preparación interna, y sin saber todo lo que hay que resolver. Y claro, desde ahí, todo se ve abrumador.
Muchos padres me han dicho alguna vez: “Ojalá alguien me hubiera explicado esto antes.”
Y es que separarse es cerrar una relación sentimental, sí, pero sobre todo es reorganizar toda una vida: emocional, económica, interaccional, social y familiar, en medio de un torbellino emocional interno.
Si no cuentas con herramientas de gestión para afrontar la doble crisis, es normal que el proceso se sienta cuesta arriba.
Por eso, aquí quiero explicarte dos de las razones más frecuentes por las que la separación se vive como algo tan complicado.
No para que te sientas culpable, sino para que entiendas que no eres tú, es que nadie te preparó para esto. Pero ahora puedes empezar a vivirlo de otra forma.
Falta de información y preparación: cuando no sabes qué esperar
Muchas personas se separan sin entender bien en qué consiste la ruptura cuando hay hijos de por medio.
Saben que no quieren seguir como están, pero no tienen claro qué implica a nivel legal, cómo hablar con sus hijos o qué pasos conviene seguir primero.
Esta falta de claridad genera tensión, angustia, preocupación que lleva a bloqueos y decisiones tomadas desde la urgencia o el miedo.
Además, todo sucede a la vez: discusiones, mudanzas, papeles, reproches… y mientras tanto, tú tratando de mantener el control.
Lo importante aquí es saber que esta falta de preparación no es un fallo personal, sino una carencia estructural: nos educan para formar pareja, pero no para transformarla.
Por eso, uno de los mayores alivios llega cuando decides parar y buscar información y la ayuda correcta.
Cuando entiendes que no todo se decide en un día y que no hace falta tener todas las respuestas ya.
Tener más de claridad te da una sensación de control, y desde ahí, puedes tomar decisiones más calmadas, más positivas, contigo y con tus hijos.
Falta de herramientas emocionales, de comunicación y resolución de desavenencias: cuando el dolor se vuelve conflicto
La verdad es que cuesta hablar con el otro y ponerse de acuerdo cuando las emociones están a flor de piel.
Y es normal: la mayoría de las personas no ha aprendido a decir lo que necesita sin atacar, ni a escuchar sin sentirse heridas.
Así que, en ese contexto cualquier conversación puede volverse una batalla y:
Lo que era una decisión práctica se transforma en discusión.
Lo que parecía un acuerdo, acaba en desacuerdo.
Y ese campo de minas no solo te desgasta a ti. También afecta al clima familiar, y especialmente a tus hijos, al ver cómo se rompe la comunicación entre quienes más aman.
Por eso es tan importante que desarrolles habilidades de:
● Gestión emocional e inteligencia emocional.
● Comunicación.
● Resolver las desavenencias que surjan con el otro.
Estas herramientas no se improvisan, se desarrollan. Porque son habilidades. Y marcan una diferencia enorme con quien no las tiene.
Cuando empiezas a comunicarte desde otro lugar, los desacuerdos se gestionan con más calma, el ambiente familiar se vuelve más seguro, y la separación deja de sentirse como una lucha constante.
La separación es compleja porque enfrenta muchos desafíos con uno mismo y con el otro, pero tampoco tiene por qué ser un caos.
Con información y herramientas adecuadas, puedes dejar de reaccionar desde el miedo y empezar a responder desde el cuidado de tu familia.
Y ese, créeme, es el primer paso para transformar tu proceso de separación en una transición natural, positiva y sin tanto miedo y angustia.
Y hay algo más que refuerza aún la creencia de que separarse es “difícil”: los 3 retos invisibles que se activan cuando te separas.
Retos que no aparecen en ningún papel ni en el trámite del proceso legal, pero que determinan cómo vives el proceso.
Porque separarse no solo implica decisiones externas, también activa desafíos invisibles que requieren tu atención interna.
No son problemas. Son procesos de transformación. Y reconocerlos es el primer paso para transitarlos con menos culpa, más claridad y más recursos.
Reto 1. Recuperar las riendas de tu vida
Cuando te separas, de alguna manera vuelves a quedarte contigo a solas.
En muchas sesiones lo escucho con frecuencia: “He estado tanto tiempo ocupándome de todo y de todos, que ahora no sé ni por dónde empezar.”
Y es natural. A mí también me pasó.
Durante años has llevado una rutina, una casa, una familia. Y de pronto, ya no sabes si quieres lo que tenías, ni cómo recolocar tu tiempo, tu energía, tus prioridades.
Este primer reto no tiene que ver con ser fuerte ni con hacer todo bien. Tiene que ver con recuperar tu centro, redefinir quién eres ahora y darte permiso para empezar de nuevo, a tu ritmo y libre de culpa.
Una pregunta que puedes hacerte ahora es: “¿Qué necesito hoy para sentirme un poco más agusto conmigo misma?”
Ahora es el momento de construir tu identidad personal: calmar tu mente, ordenar lo urgente, y recuperar un sentido de dirección propio.
Porque solo cuando te sientes segura, puedes acompañar a tus hijos sin olvidarte de ti en el camino.
Reto 2. Acompañar a tus hijos sin desaparecer tú
Mientras tú atraviesas tu propio dolor por la vida que dejas atrás y los sueños rotos, tus hijos también están transitando un cambio profundo: nueva dinámica familiar, nuevos espacios, nuevas rutinas, vivir entre dos casas…
Y tú, como madre/padre, estás en medio de todo. Intentando ayudarles para que se sientan seguros y tranquilos e intentando no cargarles con tu propio dolor.
“¿Y si lo estoy haciendo mal?”
“¿Y si me necesitan y no estoy a la altura?”
Ese miedo, aunque lo vives como real a veces no lo es porque lo vives desde la incertidumbre y la preocupación que hace imaginar escenarios que la gran mayoría de veces, no ocurrirán.
Acompañar a tus hijos es estar ahí, con honestidad y presencia. Es darles una narrativa clara, adaptada a su edad, que les permita entender sin sentirse responsables.
Frases sencillas que les alivien y les descarguen de preocupaciones.
Recuerda que tus hijos viven este proceso a través de ti y, como estés tú, estarán ellos.
Reto 3. Reconstruir la relación como padres desde otra posición
Este desafío suele ser el más complejo porque la relación entre pareja ha terminado y aunque no tengáis ganas de volver a veros, la relación como padres sigue. Y requiere una nueva forma de interaccionar por el bien de vuestros hijos.
Aquí es donde muchas veces se produce el mayor desgaste: reproches, heridas abiertas, formas distintas de entender la crianza, silencios que se llenan de tensión e incluso venganzas.
Pero también es el espacio donde más se puede transformar.
Porque si logras construir una relación de padres basada en el respeto, la corresponsabilidad, la cordialidad y la colaboración, todo se vuelve más fácil.
Recuerda el lema de la separación positiva:
Un buen inicio podría ser definir un canal neutro de comunicación como el email, donde la comunicación sea exclusivamente sobre vuestros hijos.
Tres desafíos que se entrelazan entre sí y nadie te prepara para hacerles frente
Estos tres procesos que hemos visto no van uno detrás de otro (ojalá): suceden a la vez.
Se cruzan. Se fusionan y cuando no se conocen, la situación se va de las manos.
Pero cuando aprendes a identificarlos y a abordarlos con herramientas, todo es distinto:
● Recuperas paz mental.
● Desaparece la culpa
● Tomas decisiones objetivas pensando en el bienestar de todos.
● Y, sobre todo, te cuidas mientras cuidas a los tuyos.
Separarse es reorganizar tu vida y la de tus hijos.
Y si lo haces con apoyo, con información y con la ayuda adecuada, esta etapa puede convertirse en un punto de inflexión hacia una nueva forma de familia en la que tus hijos puedan crecer felices y tú puedas rehacer tu vida.
Cómo desmontar la creencia “el divorcio es difícil”
Desmontar esta creencia no significa negar el dolor.
Separarte duele, claro que duele y mucho. Pero muchas veces, lo que más nos paraliza no es lo que está pasando… sino lo que creemos que significa.
Si llevas años escuchando que “se tarda mucho en superar un divorcio” o que “los niños siempre sufren”, es normal que sientas miedo, culpa o incluso terror de dar el paso.
Por eso hoy quiero ayudarte a mirar más allá del miedo.
Porque cuando entiendes de dónde nace esa creencia, empiezas a ver que no todo es tan negro como lo pintan.
Aquí tienes 7 ideas prácticas para empezar a desmontarla hoy mismo:
1. Identifica las frases que más vienen a tu mente
Las creencias suelen esconderse detrás de pensamientos que repites sin darte cuenta.
Te propongo algo sencillo: escríbelas, palabra por palabra, como te salen en la cabeza. Por ejemplo:
“Después de un divorcio, la vida ya no es igual.”
“Nunca volveré a estar bien.”
Y ahora, hazte tres preguntas clave:
• ¿De dónde procede esta frase?
• ¿A quién se la he escuchado?
• ¿Por qué la siento cierta?
¿Estoy segura de que es 100% cierta?
Identificar y cuestionar lo que piensas… es el primer paso para empezar a desmontar la creencia
2) Distingue dolor inevitable de sufrimiento evitable
El dolor es parte de la separación y es inevitable.
Porque se rompen expectativas, cambia tu vida y también la de tus hijos.
Pero una cosa es el dolor por lo que se termina… y otra muy distinta es el sufrimiento que aparece cuando te quedas atrapada en la culpa, los reproches o el miedo al qué dirán.
Pregunta guía: ¿Qué parte de esto depende de mí transformarla?
3) Cambia el marco: de “fracaso” a reorganización familiar
Las palabras que te dices y te dicen importan.
No es lo mismo decirte una y otra vez “he fracasado” que decirte “estamos reorganizando nuestra forma de ser familia”.
Quédate con esta idea: Una familia no deja de ser familia porque cambie de modelo de interacción y de cumplir sus funciones.
Y no lo digo yo, lo dice el Código Civil.
4) Infórmate y traza un plan (legal, económico, parental)
La incertidumbre alimenta la creencia de que “todo es dificilísimo”.
Tener un mapa te da claridad y calma. Divide tu proceso en fases:
• ¿Qué va primero?
• ¿Qué puedo esperar?
• ¿Quién te puede acompañar en cada parte?
Cuanto más claro el camino, menos pesa la creencia.
5) Desarrolla habilidades que te lleven a construir tu nueva vida personal y familiar
Separarte no es solo firmar un papel legal.
Es aprender nuevas formas de comunicar, tomar decisiones, ser padres, manejar situaciones de alta carga emocional. Porque ahora sois dos personas distintas, con historias diferentes y con visiones sola la educación y crianza de vuestros hijos que, muchas veces, no coincidirán en cómo abordar las decisiones como padres.
Y esta nueva vida no se improvisa.
Hay que prepararse para ella, adquiriendo las habilidades que cada uno necesite desarrollar.
Pregunta guía: ¿Qué habilidades necesito para sacar adelante esta nueva forma de ser familia?
6) Construye una red de apoyo (personal y profesional)
Nadie te enseña a separarte.
Así que no estás “fallando”, simplemente puede que te falten herramientas o información para hacer de esta decisión, sea tomada o impuesta, una oportunidad para reencontrar tu bienestar.
Hazte esta pregunta: ¿A quién necesitas para transformar tu vida y tu familia?
Tal vez sea un abogado, o quizás un acompañamiento terapéutico. Pero busca profesionales con experiencia en familia, gestión de crisis y, sobre todo, que trabajen desde el enfoque de separación que tú deseas para esta nueva etapa y sean un ejemplo para ti porque dónde tu quieres llegar ellos ya están.
7) Señales de que estás desmontando la creencia
• Menos rumiación de pensamiento y más foco en lo que sí puedes decidir.
• Mejor comunicación con tu ex.
• Mayor paz mental para acompañar a tus hijos.
• Y lo más importante: vuelves a pensar en tu futuro, no solo en “salir del problema”.
Como has visto, desmontar la creencia de que “el divorcio es difícil” no va de negar el dolor ni de hacer como si nada pasara.
Va de comprender qué ideas te están limitando, ponerles nombre y empezar a hacer espacio para una forma nueva de vivir esta etapa.
Separarte no significa fracasar. Significa reorganizar tu vida, cuidar a tus hijos desde tu rol como madre/padre sin convivir y construir un modelo de familia que funcione para todos.
Y aunque es un proceso transformador lleno de retos, sí es posible transitarlo de manera calmada y desde una perspectiva positiva.
Si has llegado hasta el final quiero que te quedes con esta idea clara: la ruptura con hijos es dolorosa, desafiante y que más de una vez te pondrá a prueba como persona… pero eso no lo hace difícil.
Porque difícil no es lo que duele, sino lo que se vive sin sentido, sin apoyo o sin dirección.
Si sientes que no tienes ni idea por dónde empezar. Te invito a dar el primer paso con el programa Transformación Familiar Positiva, donde trabajamos juntas todo esto: herramientas reales, apoyo emocional, guía profesional y un nuevo mapa para reorganizar tu vida sin destruir lo que sois como familia.
Gracias por estar aquí,
María Dolores Manzanera